Espero:

Que tus nuevos horizontes se vuelvan esas a respuestas que buscaste a tus preguntas de un amor enfermo.
Que te envuelvas en sacos de egocentrismo si te hace tan feliz un te quiero disfrazado.
Que te haga feliz una dependencia de vida atada a sentimientos de superioridad.

¿De verdad tienes tanto miedo de sentirte sola?

Supongo que debería ser empático y entender tu posición, pero jamás pude estar con alguien apagando esa necesidad de no sentirme solo, eso para mí no tiene sentido.

Estoy aquí, sigo escribiendo, y mantengo un mejor aspecto. ¿Más madurez? Podría decir eso. Aunque otros me miren y con odio o rencor me llamen con mil nombres.

Sólo fui el amor frustrado que terminó enviándote a brazos mentirosos, pero eso sí, llenos de todas esas palabras que no me costaba decírtelas, pero que dude en demostrártelas.
Por toda la frialdad en la que te envolví. Por los ratos de insomnio evitando respuestas a mis preguntas aprehensivas.

No fui el que apagaría toda tu sed, no fui a quien tus ojos querían adorar.

Lo siento. Estamos de nuevo en el mismo lugar donde nos encontramos, y no puedo verte como antes, y tú, con tu absurda retórica en la hipérbole de la obviedad.

Lo que duele más es que ni siquiera tuviste el valor de enfrentar mi mirada, la imagen que tenía de ti a pesar de todo se cayó a pedazos y tú ni siquiera hiciste ni dijiste nada para detenerla; para mí es muy tarde para volver a comenzar, ni siquiera lo querría.

Es el camino que has elegido y como bien sabes, los círculos no cerrados no hacen más que girar y girar. Por mi parte, cierro mi ciclo contigo para no abrirlo más. No somos bienvenidos.

Prometo por lo que más creas que éste es el último dolor que me causas y ésta, la última vez que te escribo.

Existí en tu rostro
besé y toqué tu alma
y mutilé tu corazón... y el mío.